Amor
He besado con mis ojos y con mi tacto la adorable superficie de este mundo. Y, como un velo bordado de árboles y pájaros, lo he plegado sobre mi corazón. Y tantos pensamientos y sentimientos he vertido en sus días y en sus noches que mi vida y el mundo se han fundido y son ya una sola sustancia amorosa. Y amo mi vida porque amo la claridad del cielo que toda está en mí.
Abandonar este mundo es una realidad tan poderosa como amarlo. Mas si este amor hubiera de ser engañado y burlado por la muerte, el gusano de una desilusión semejante roería todas las cosas y hasta las estrellas, extinguidas, se derrumbarían en ceniza.
Y cuando toco el sitio de mi corazón estoy tocando el mundo y el amor inmortales!
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El poeta
El alma del poeta danza y delira sobre la ola de la vida, entre el clamor de vientos y mareas.
Y cuando el sol esconde su frente y el cielo entristecido cae sobre el mar como los párpados sobre los ojos fatigados, el poeta, dejando su pluma y con la cabeza en la mano, deja huir su pensamiento hacia el abismo del silencio, hacia la niebla del eterno secreto.
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Y cuando el sol esconde su frente y el cielo entristecido cae sobre el mar como los párpados sobre los ojos fatigados, el poeta, dejando su pluma y con la cabeza en la mano, deja huir su pensamiento hacia el abismo del silencio, hacia la niebla del eterno secreto.
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El que espera
He aquí que ésta es mi sola delicia: esperar y esperar a la orilla del camino, en donde la sombra persigue a la luz y la lluvia viene andando sobre las huellas del verano.
Los mensajeros, con las nuevas y el aire de otros cielos pasan veloces, me saludan y se apresuran a lo largo del camino. Mi corazón se desborda de júbilo y es dulce el hálito de la brisa volandera.
Del alba al crepúsculo estoy en mi puerta: sé que de repente vendrá el dichoso instante en que veré.
Entre tanto sonrío y canto, solitario. Entre tanto por el aire se expande el perfume de la promesa.
Los mensajeros, con las nuevas y el aire de otros cielos pasan veloces, me saludan y se apresuran a lo largo del camino. Mi corazón se desborda de júbilo y es dulce el hálito de la brisa volandera.
Del alba al crepúsculo estoy en mi puerta: sé que de repente vendrá el dichoso instante en que veré.
Entre tanto sonrío y canto, solitario. Entre tanto por el aire se expande el perfume de la promesa.
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La carta
1. Al despertar encontraba su mensaje en la mano de la mañana.
Como no aprendí a leer no sé lo que me diría.
Siga el sabio entre sus libros. Nada le preguntaré.
Y, ¿acaso el sabio podría comprenderlo?
2. Llevaré la carta a mi frente y luego la apretaré contra mi corazón.
Cuando llegue la noche y asomen las estrellas una a una, la abriré
sobre mis rodillas, la miraré, cerraré los ojos y me quedaré silencioso.
Las hojas, entre luna y secreteo, me la leerán con su fina voz; el río pasará tarareando la letra de mi carta; y las siete estrellas del conocimiento me la cantará por los cielos.
Sin embargo, no encuentro exactamente lo que busco; no comprendo bien lo que quisiera aprender; pero este mensaje que no he sabido descifrar me hace dulce y alegre la jornada y mi pensamiento se ha trocado en melodía.
Como no aprendí a leer no sé lo que me diría.
Siga el sabio entre sus libros. Nada le preguntaré.
Y, ¿acaso el sabio podría comprenderlo?
2. Llevaré la carta a mi frente y luego la apretaré contra mi corazón.
Cuando llegue la noche y asomen las estrellas una a una, la abriré
sobre mis rodillas, la miraré, cerraré los ojos y me quedaré silencioso.
Las hojas, entre luna y secreteo, me la leerán con su fina voz; el río pasará tarareando la letra de mi carta; y las siete estrellas del conocimiento me la cantará por los cielos.
Sin embargo, no encuentro exactamente lo que busco; no comprendo bien lo que quisiera aprender; pero este mensaje que no he sabido descifrar me hace dulce y alegre la jornada y mi pensamiento se ha trocado en melodía.
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El astrónomo Rabindranath Tagore | |
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