Biblioteca del IES Pérez de Guzmán. Blog interactivo. Libros más leídos, efemérides literarias...
Etiquetas
- efemérides (59)
- noticias (46)
- Actividades en la biblioteca (45)
- El mágico rincón de los que leen (35)
- Exposiciones (22)
- CLUB DE LECTURA (21)
- Mujeres y literatura (6)
- Selección de textos (4)
- Enlaces de la Junta de Andalucía (3)
- Plan de lectura (3)
- informacionbiblioteca (3)
- Para participar (1)
lunes, 25 de junio de 2012
RONDA ABRE LOS CURSOS DE VERANO DE LA UMA EL 2 DE JULIO CON 8 SEMINARIOS
.
Esta
mañana se ha celebrado en el Ayuntamiento de Ronda la presentación
oficial de la undécima edición de los Cursos de Verano de la Universidad
de Málaga, organizados a través de la Fundación General de la UMA, bajo
el lema “Una ventana internacional”. La sede decana inaugura esta
oferta el 2 de julio con la celebración de ocho cursos que se
desarrollarán hasta el 13 de julio.
.
Durante
la primera semana tendrán lugar dos cursos, uno sobre vinos malagueños y
un segundo sobre la psicología, y un taller sobre el papel de la mujer
en la Constitución de 1812. En cuanto a la segunda semana se ofertan
cinco cursos que versan sobre la investigación criminal, la crisis
económica, la informática de la salud, Rilke en España y el Egipto
faraónico.
.
Los cursos se celebrarán en las siguientes sedes: Convento de Santo Domingo, Hotel Maestranza y Museo Joaquín Peinado.
.
Al
acto asistieron Francisco Martos, director general de la Fundación
General de la UMA; María de la Paz Fernández, alcaldesa de Ronda;
Fernando Corrales, delegado de Educación del Ayuntamiento de Ronda;
Enrique Baena, director académico en la sede de Ronda, y Alejandra
Franco, gerente de la Fundación Pública para las Enseñanzas
Universitarias de Ronda.
.
El
director general de la FGUMA ha agradecido al equipo de gobierno
municipal el trabajo conjunto en la organización de estos cursos, en los
que “no sólo se aprenderá sino que también se disfrutará con
actividades culturales y musicales”.
La alcaldesa ha destacado el interés por parte del Ayuntamiento para que estos cursos sigan adelante. “Seguiremos invirtiendo esfuerzo y dinero en ellos”, ha añadido. Además, ha declarado que serán quince días muy intensos en los que la ciudad de Ronda se abre al mundo de la educación y la cultura.
La alcaldesa ha destacado el interés por parte del Ayuntamiento para que estos cursos sigan adelante. “Seguiremos invirtiendo esfuerzo y dinero en ellos”, ha añadido. Además, ha declarado que serán quince días muy intensos en los que la ciudad de Ronda se abre al mundo de la educación y la cultura.
El total de Cursos de Verano presentados este año por la Universidad de Málaga es de 30, 26 presenciales y 4 virtuales, que se desarrollarán en Ronda (del 2 al 13 de julio), Málaga (del 9 al 13 de julio y del 30 al 3 de agosto); Vélez-Málaga (del 16 al 20 de julio); Archidona (del 16 al 20 de julio) y Marbella (del 23 al 27 de julio).
.
Estos
Cursos cuentan con el patrocinio principal de las entidades financieras
Santander Universidades y Unicaja y la colaboración de los
Ayuntamientos de Ronda, Vélez-Málaga, Marbella, Archidona y Málaga.
Otras entidades colaboradoras y patrocinadoras son: Fundación Vodafone
España, Cajamar, Comisión Española de UNESCO, Empresa Pública de Turismo
de Andalucía, Real Maestranza de Caballería de Ronda, Fundación María
Zambrano, Instituto Luis Barahona de Soto, Fundación Lágrimas y Favores,
Fesypol, Forética, Patronato de Turismo, Pimpi, Cruzcampo, Museo de la
ciudad (MUPAM), Cámara de Comercio, Puerto de Málaga, Consejo Regulador
del Vino, Hotel Maestranza, Hotel Escuela Santo Domingo y Viajes El
Corte Inglés (División de Congresos).
.
Unos
cursos que siguen apostando por su vocación académica mediante el
reconocimiento de 2 créditos de Libre Configuración Curricular para las
titulaciones de ciclo, y un crédito E.C.T.S para las titulaciones de
grado. En cuanto al taller, no generará créditos.
.
Matriculación y becas
El plazo de matriculación en la sede de Ronda se ha ampliado hasta 72 horas antes del inicio de los cursos, lo mismo ocurre con las becas de matrícula gratuita.
El plazo de matriculación en la sede de Ronda se ha ampliado hasta 72 horas antes del inicio de los cursos, lo mismo ocurre con las becas de matrícula gratuita.
.
Podrá
ser alumno de los cursos y talleres de verano, cualquier persona
interesada, mayor de edad, sin ningún otro tipo de restricción o
limitación. Todos los cursos constan de 20 horas lectivas presenciales,
impartidas de lunes a viernes en horario de mañana, y el número de
plazas por curso es de 60. Excepto el Curso de “Introducción a la cata
de vinos”, en el que el número de plazas es 25.
.
El
importe de la matrícula será de 60 euros para aquellos que acrediten la
condición de miembros de la Universidad de Málaga: alumno
universitario, PAS, PDI, miembro de la Asociación de Antiguos Alumnos de
la UMA o miembro del Sindicato Unificado de Policía (sólo para el Curso
de “Investigación criminal”) y de 100 euros para el resto de
interesados.
.
Presentación de solicitudes
La entrega de la documentación requerida para tramitar la matrícula deberá realizarse siguiendo una de estas dos opciones:
a). Secretaría de los Cursos de Verano:
Aulario Rosa Gálvez (nº5), Parking E.T.S.I. Telecomunicaciones, Campus Teatinos
Teléfono: 951952640
E-mail: formacion@fguma.es
Horario: de lunes a jueves de 9:00 a 14:00 horas y de 16:00 a 19:00 horas, viernes, sólo en horario de mañana
b). On-line:
Enviando toda la documentación requerida al correo electrónico: formacion@fguma.es
La entrega de la documentación requerida para tramitar la matrícula deberá realizarse siguiendo una de estas dos opciones:
a). Secretaría de los Cursos de Verano:
Aulario Rosa Gálvez (nº5), Parking E.T.S.I. Telecomunicaciones, Campus Teatinos
Teléfono: 951952640
E-mail: formacion@fguma.es
Horario: de lunes a jueves de 9:00 a 14:00 horas y de 16:00 a 19:00 horas, viernes, sólo en horario de mañana
b). On-line:
Enviando toda la documentación requerida al correo electrónico: formacion@fguma.es
Gabinete de prensa de los Cursos de Verano de la UMAprensacursos@fguma.es
jueves, 7 de junio de 2012
Muere Ray Bradbury
MUERE EL ESCRITOR RAY BRADBURY, PADRE DE OTROS MUNDOS POSIBLES
Artículo de Jacinto Antón (El Pais - 06/06/2012)
Luto en Marte y en nuestros corazones. La muerte el martes por la noche a los 91 años de Ray Bradbury, maestro de la ciencia ficción más lírica, les deja huérfanos a ellos, los marcianos de ojos amarillos en sus crepusculares canales de ensueño, pero también a todos los de aquí abajo, sus hijos lectores, los que hemos viajado con él en astronaves a las estrellas y hemos bebido el licor del verano de las infancias perdidas bajo los porches de la mítica Greentown, Illinois.
Bradbury, que dispone ya de un cráter en su honor en la luna y que pidió que sus cenizas sean esparcidas en el planeta rojo, será recordado por muchas cosas, por las Crónicas marcianas, esa excepcional colección de relatos sobre la colonización del planeta Marte que cambió para siempre el género fantástico y entusiasmó a Borges; por El vino del estío y La feria de las tinieblas, dos de las novelas más conmovedoras jamás escritas sobre el delicado momento en el que los niños descubren la existencia del tiempo, de la muerte y de la responsabilidad; por la distopía Farenheit 451 con su mundo de libros perseguidos por bomberos flamígeros pero salvados por lectores contumaces en una de las más hermosas fábulas sobre la perennidad de la lectura -un tema tan actual-. Se le recordará también por sus estremecedores cuentos sombríos, los de El país de octubre, que tanto han influido en autores de terror como Stephen King. Pero sobre todo recordaremos de Ray Bradbury su capacidad para mezclar en un combinado único la fantasía, la poesía, la maravilla, la nostalgia y la inocencia.
Criado en los sueños, esperanzas y pesadillas de los EE UU que pasaron en pocas generaciones de ser una sociedad básicamente rural a abrazar las más portentosas y abracadabrantes tecnologías, Brabdury (Waukegan, Illinois, 1920) se entusiasmó, recelando al tiempo, con las novedades y artefactos, mostrando en sus historias lo prodigioso de la ciencia y a la vez advirtiendo de que el ser humano no debería perder su alma en aras de ella. "No debemos llevar nuestros pecados a otros mundos", le escuche decir en una ocasión, en su única visita a España, en 1991.
Era un gran moralista, con un lado indudablemente ingenuo y paternalista, incluso reaccionario, que a veces le lastraba, pero tenía el don de transportarte a un mundo de emociones y sentimientos prístinos e irresistibles. Sus diáfanas metáforas son como encajes de cristal que te arañan el corazón y te anegan los ojos de lágrimas.
Había sin embargo en él junto a la luz y el optimismo un lado oscuro, de miedo y culpa, en el que crecía fértil el musgo de lo espectral y de lo macabro. Pocos autores han escrito como Bradbury sobre la muerte y la pérdida. Es imposible recordar algunos de sus historias sin estremecerse, la del bebé asesino, la del perro que regresa de ultratumba, la del hombre que se hace cargo de la guadaña de la muerte y siega el campo de la vida hasta encontrar los tallos que son su mujer y sus hijos… En relatos y novelas esa sombra, ese otoño, es el contrapunto insoslayable de un gran canto vital de celebración de la existencia y de la belleza del universo.
En esencia, con toda su cultura y sabiduría, Bradbury -y él mismo lo reivindicaba- nunca dejó de ser un niño de 12 años, el asombrado y vivaz Douglas Spaulding con zapatillas de deporte nuevas de El vino del estío (1957), la preciosa novela en la que relató su infancia trasmutando su Waukegan natal en Green Town, su pequeña arcadia personal de cometas y zarzaparrilla. Ese lugar soñado hubo de abandonarlo a los 14 años cuando su padre, empleado ferroviario afectado por la depresión, se trasladó con la familia a Los Ángeles. Gran lector de literatura pulp, amante de los tebeos, empezó a publicar en fanzines y en 1941 vendió su primer cuento. En 1950 publicó la obra por la que será especialmente recordado, Crónicas marcianas, un conjunto de cuentos vagamente unidos por el nexo de la invasión humana de Marte que llenan de asombro y transpiran una atmósfera de sobrenatural melancolía y soledad. Cuando el año pasado visité la vieja casa de Bradbury junto a la playa de Venice, California, donde el escritor vivió con su mujer Maggie al casarse en 1947, no pude dejar de pensar en la influencia de esa pequeña Venecia con sus minúsculos canales en la creación del Marte de las crónicas. No hay mucha ciencia-ficción en el sentido convencional en el libro, como no la hay en sus otras novelas y en sus centenares de relatos, agrupados en títulos tan conocidos como El hombre ilustrado o Las doradas manzanas del sol. Una de las cumbres del género, Bradbury es sin embargo muy diferente de otros populares maestros contemporáneos suyos como Isaac Asimov (+1992) o Arthur C. Clarke (+2008). Solo ahora, releyendo, caigo en la cuenta de qué solos nos hemos quedado en el universo al completarse la pérdida de la gran tripleta espacial.
Poco sexo en Bradbury, les advierto, un autor que dejó escrito: "Igual que mi amigo Ray Harryhousen concentró toda su libido en los dinosaurios, yo la puse en los cohetes, en Marte, en los extraterrestres y en una o dos muchachas que cuando me decidía a leerles mis historias huyeron muertas de aburrimiento".
Philip Roth, Premio Príncipe de Asturias 2012.
Premio Príncipe de Asturias 2012:
Philip Roth y el sueño americano http://www.elcultural.es/noticias/LETRAS/3277/Philip_Roth_y_el_sueno_americano
Un guerrero de la escritura.
"Sus primeras novelas ya le proporcionaron notoriedad, sobre todo por su desenfadado tratamiento de la sexualidad"
En 1995, Roth obtiene el National Book Award con su obra El teatro de Sabbath, una epopeya tragicómica que cuenta la historia de Mickey Sabbath, un viejo rijoso y disparatado que pone todo su mundo patas arriba. Y, a partir de este momento, como tocado por una especie de gracia, pasa de ser un excelente escritor a crear una serie casi ininterrumpida de obras maestras. La mejor de todas ellas es Pastoral Americana, que trata el tema de la incomprensión del mundo centrado en un padre para el que el América está bien hecha y una hija rebelde que lo niega: el personaje de El sueco es uno de los más grandes que ha dado la novela norteamericana. (…) Poco a poco, la vejez le hace volver sobre el sentido de la muerte y el decaimiento de la sexualidad. La sensación que producen sus últimas obras es la de un hombre que escribe para no desfallecer; son piezas más cortas, dos de ellas impresionantes: Indignación y Némesis. Es uno de los últimos grandes escritores realistas, un maestro de la novela que morirá al pie de la escritura, como un guerrero.
sábado, 2 de junio de 2012
Efemérides de Junio
![]() |
Junio |
Día 1.
1.937 Nacimiento de Colleen McCullough, novelista australiana. Su obra más famosa es “El pájaro espino”.
Día 2.Nacimientos:
1740 Donatien Alphonse François, (marqués de Sade),escritor y filósofo francés. Gran número de sus libros fueron calificados de obscenos y prohibida su publicación. De éstos cabe destacar “Justina o los infortunios de la virtud”, “Juliette o las prosperidades del vicio”, “Los ciento veinte días de Sodoma” (publicada póstumamente), y “La filosofía en el tocador”.
1840 Thomas Hardy, novelista y poeta inglés. Sus obras “Poemas de Wessex” y“Cuentos de Wessex”se desarrollan en un territorio inventado por el autor
1903 Max Aub, escritor hispano-mexicano de origen franco-alemán. Escribió ensayo, teatro, poesía y narrativa. Miembro de la Generación del 27, muy implicado políticamente y con la situación social que se vivía en España. La parte más importante de su obra la escribió en su exilio mexicano, tras finalizar la guerra civil española. En torno a la Guerra Civil gira El laberinto mágico, serie integrada por seis obras con esta temática.
Día 3.
Nacimientos:
1898 Rosa Chacel, novelista española. Su obra más conocida es “Barrio de maravillas”, por la que recibió el Premio de la Crítica.
Defunciones:
1924 Franz Kafka, escritor checo que escribió en alemán. Su obra, a pesar de no ser muy extensa, se la considera de gran influencia en la literatura del siglo XX. Es autor de “La metamorfosis”
Día 5.
Nacimientos:
1898 Federico García Lorca,poeta y dramaturgo español, perteneciente a la Generación del 27, también conocido por su destreza en muchas otras artes. Es el poeta más influyente y popular de la literatura española del siglo XX.
1949 Ken Follett,novelista británico de suspense y novelas históricas como“Los pilares de la tierra”, “El tercer gemelo” o “El hombre de San Petersburgo”.
Día 6.
Nacimientos:
1875 Thomas Mann, escritor alemán nacionalizado estadounidense, premio Nobel en 1929, uno de los escritores más importantes de su generación. Autor de “Los Buddenbrook”, “La montaña mágica” y numerosos relatos breves.
1954 Dulce Chacón Gutiérrez, escritora española hermana de la también escritora Inmaculada Chacón Gutiérrez. Su obra “Cielos de barro” fue premio Azorín 2000 y “La voz dormida”, premio Libro del Año 2003, concedido por el Gremio de Libreros de Madrid.
1954 Inmaculada Chacón Gutiérrez, escritora española hermana de la también escritora Dulce Chacón Gutiérrez. Su obra “Tiempo de arena” fue finalista del Premio Planeta en 2011.
Día 7.
Defunciones:
1843 Friedrich Hölderlin, poeta alemán. “El único” y “Patmos”,son dos de sus obras maestras.
1967 Dorothy Parker, novelista, dramaturga y poetisa estadounidense. La parte más importante de la obra de Parker la constituyen sus cuentos de cáustico ingenio, sarcásticos, jocosos, sobrios y punzantes pero con un fondo más agridulce que cómico.
1970 Edward Morgan Forster,novelista inglés autor de relatos como “La mansión (Howards End)”, en la que se basó la popular película “Regreso a Howards End”, “Una habitación con vistas” o “Pasaje a la India”, todas popularizadas por la gran pantalla.
1980 Henry Miller, novelista estadounidense, autor de las conocidas novelas “Trópico de Cáncer” y “Trópico de Capricornio”.
2011 Jorge Semprún, político y escritor español en lengua francesa. Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.
Día 8.
Nacimientos:
1873 José Augusto Trinidad Martínez Ruiz (Azorín),literato español, novelista, ensayista y de ser el crítico literario español más importante de su tiempo.
1903 Marguerite Yourcenar,escritora belga que debe su fama, principalmente, a dos grandes novelas biografíco-históricas de gran resonancia “Memorias de Adriano” y “Opus nigrum”, pero cuya obra se extiende más allá de estos dos libros.
Día 11.
Nacimientos:
1899 Yasunari Kawabata,escritor japonés, premio Nobel en 1968.
Día 12.
Nacimientos:
1827 Johanna Spyri,escritora suiza conocida mundialmente por su relato infantil “Heidi”.
1929 Anne Frank,niña alemana de origen judío, conocida internacionalmente por la publicación póstuma de su diario, “El Diario de Ana Frank”.Murió en un campo de concentración y exterminio.
Día 13.
Nacimientos:
1865 William Butler Yeats, escritor irlandés, premio Nobel en 1923.
1888 Fernando Antonio Nogueira Pessoa,es uno de los mayores poetas y escritores de la lengua portuguesa y de la literatura europea.
1910 Gonzalo Torrente Ballester,profesor, novelista, crítico, autor dramático, periodista español, de la Generación del 36. Autor de novelas como “Filomeno a mi pesar“, “Crónica del rey pasmado” o “Los gozos y las sombras”, una de sus obras más conocidas.
Día 14.
Defunciones:
1936 Gilbert Keith Chesterton, literato británico de principios del siglo XX. Escribió todo tipo de obras, desde ensayos, novelas, biografías, poemas, artículos periodísticos hasta libros de viajes. Pero su principal creación fue la del personaje del Padre Brown, sacerdote de apariencia ingenua cuya agudeza psicológica lo convierte en un eficaz detective.
1944 Joaquín Álvarez Quintero,comediógrafo y escritor español. Escribió todas sus obras en colaboración con su hermano Joaquín y ambos fueron miembros de la Real Academia Española.
1968 Salvatore Quasimodo, poeta italiano, premio Nobel en 1959
1986 Jorge Luis Borges, escritor argentino, uno de los autores más destacados de la literatura del siglo XX, autor de “El Aleph”.
Día 18.
Defunciones:
1936 Máximo Gorki,seudónimo de Alekséi Maksímovich Péshkov,escritor ruso maestro del realismo y considerado una de las personalidades más relevantes de la cultura y de la literatura de su país. Sus obras teatrales “Pequeños burgueses” y “Los bajos fondos”le hicieron alcanzar el éxito. La novela “La madre”,su obra más popular, nos cuenta la evolución del pensamiento de la madre de un obrero socialista y el entorno de la Rusia revolucionaria.
1982 John Cheever, novelista y cuentista estadounidense. Obtuvo el premio National Book Award por su primera novela, “Crónica de los Wapshot”.Fue Premio Pulitzer 1979 por su colección de relatos “Las Historias de John Cheever”.
2010 José Saramago, escritor portugués, primer escritor en lengua portuguesa en recibir el Premio Nobel de Literatura (1988). Es autor de obras como “El evangelio según Jesucristo”, “Ensayo sobre la ceguera” o “Caín”.
Día 21.
Nacimientos:
1935 Françoise Sagan,narradora y dramaturga francesa, creadora de la obra “Bonjour Tristesse”.
1947 Fernando Fernández-Savater Martín,filósofo, novelista y autor dramático español, destaca en el campo del ensayo y el artículo periodístico. Su obra “La hermandad de la buena suerte” fue Premio Planeta de novela 2008.
Día 24.
Nacimientos:
1542 San Juan de la Cruz,poeta y místico español, religioso carmelita descalzo del renacimiento español, patrón de los poetas en lengua castellana.
1911 Ernesto Sábato, escritor argentino. Ha escrito tres novelas, “El túnel”, “Sobre héroes y tumbas” y “Abaddón el exterminador”, y diferentes ensayos sobre la condición humana.
Día 25.
Nacimientos:
1903 George Orwell, seudónimo de Eric Arthur Blair, escritor británico. Sus dos novelas más populares y críticas son “Rebelión en la granja“ y “1984”.
Día 26.
Nacimientos:
1869 Martin Andersen Nexo, escritor danés. Su obra más conocida “Pelle, el conquistador”,fue llevada al cine en 1987.
1892 Pearl Sydenstricker Buck, novelista estadounidense, premio Nobel en 1938. “La buena tierra” y “Viento del este, viento del oeste”, son dos de sus mejores obras.
Día 29.
Nacimientos:
1900 Antoine de Saint-Exupéry, escritor y aviador francés, autor de obras como “El Principito” (Le Petit Prince) o “Vuelo nocturno” (Vol de Nuit).
1905 Manuel Altolaguirre, poeta espiritual e intimista español de la generación del 27.
lunes, 21 de mayo de 2012
Rilke y la "ciudad soñada"
Un hombre pasea por Ronda, se asoma a los vértigos del Tajo,
se estremece con los matices de la luz, reconoce las sombras huidizas de las
montañas. Rilke recorre
Ronda un día de diciembre de 1912 y
descubre jardines dormidos. La ciudad malagueña se incorpora a su inventario de
paisajes del asombro, un escenario donde encuentra el alma española. Por fin
"la ciudad soñada"...
![]() | |||||
ing...." |
![]() |
El programa cultural 'Ronda y Rilke' organizado por la Fundación Unicaja Ronda, con la colaboración del Ayuntamiento de la Ciudad del Tajo, incluye diversas actividades poéticas, como una jornada dedicada a la poesía con la participación de destacados poetas, una actividad de lectura compartida entre personas mayores y escolares, así como una exposición en la que se recreará la habitación de Rilke durante su estancia en Ronda, en el Hotel Reina Victoria de Unicaja, y que contendrá además diversa documentación y obras pictóricas.
Con esta celebración, la Fundación "reanuda su compromiso" con el reconocido poeta checo recogiendo el testigo del homenaje que la entidad financiera tributó a Rilke en 1966, y que constituyó un referente en España al ser una de las primeras aproximaciones de España a este poeta.
El programa, presentado este lunes, pretende recordar y homenajear al poeta, natural de Praga, Rainer María Rilke, por cumplirse 100 años de su estancia en Ronda, concretamente en el Hotel Reina Victoria, en la habitación 208 donde mantenía correspondencia con sus amigos y editores "a los que hablaba continuamente de la asombrosa ciudad que había descubierto en España".
"He buscado por todas partes la ciudad soñada, y al fin la he encontrado en Ronda. No hay nada más inesperado en España que esta ciudad salvaje y montañera", fueron algunas de sus palabras en referencia a la localidad rondeña.
Rainer María Rilke, considerado el poeta por excelencia del siglo XX en lengua alemana y uno de los más importantes e influyentes poetas modernos, después de largos paseos por Ronda y sus alrededores, consiguió reanudar su tarea poética, "tras una etapa de seria dificultad creativa", con la composición de La Trilogía Española, la continuación de una parte de la Sexta Elegía de Duino, y una serie de poemas entre los que cabría destacar el que compone El Ángel.
PROGRAMACIÓN
El contenido del programa conmemorativo 'Ronda y Rilke' se ha iniciado con la presentación de las bases del XXVII Premio Unicaja de Poesía, abierto a la participación de todo el público que presente sus creaciones poéticas escritas en lengua castellana.
En junio se celebrará una lectura compartida entre miembros de la residencia de mayores Parra Grossi de Unicaja, escolares del colegio Fernando de los Ríos de la Obra Social de Unicaja y la Escuela Oficial de Idiomas rondeña.
En septiembre tendrá lugar la exposición 'Un siglo de huéspedes en Ronda. La huella de Rilke', en el Convento Santo Domingo, que acogerá los fondos pictóricos del Hotel Reina Victoria, que muestran distintos paisajes de Ronda y su comarca, así como una recreación de la habitación 208 del hotel, en la que se alojó Rilke, con el material que se conserva de 1912, cuando el poeta permaneció y trabajó en la ciudad rondeña. La exposición se completará con diversa documentación del homenaje que se hizo al poeta checo en 1966 en el que participaron escritores de renombre.
También en ese mes habrá un encuentro literario con la participación de los poetas Félix Grande --Premio Nacional de Poesía 1978 y Premio Nacional de las Letras Españolas 2004--, Francisca Aguirre --Premio Nacional de Poesía 2011-- y José García Pérez --presidente de la Asociación Colegial de Escritores de Andalucía--.
100 años de la muerte de Bram Stoker
Enlace:
Drácula llora a Bram Stoker
Se cumplen 100 años de la muerte del escritor irlandés, creador del mito del vampiro
"Strigoi, strigoi, strigoi...", susurraba hace hoy 100 años Bram Stoker. Podía ser fruto del delirio o tal vez sea una leyenda enriquecida por el paso del tiempo, pero el autor de Drácula falleció señalando —según atestiguaron sus amigos presentes— algo en un rincón de la habitación de la pensión londinense en la que pasó sus últimos días. Strigoi, en rumano, significa espíritu maligno. Una expresión final demasiado perfecta para ser pronunciada por el creador del mito moderno del vampirismo (algo parecido se cuenta de Bela Lugosi, el primer gran Drácula del cine, del que se decía paseaba por la residencia de ancianos buscando cuellos que chupar).
El irlandés Bram Stoker (1847-1912) no será recordado como un gran escritor. Rodrigo Fresán, autor de prólogo a la edición de 2005 de Mondadori de la novela, comenta: "Stoker es muy mal escritor, un ejemplo clásico de creador flojo —no hay más que leerle en su inglés original— que de repente crea una obra genial". Enrique Vila-Matas apunta en esa dirección: "Seiscientas páginas y el conde solo sale en unas quince. Al estilo de El corazón en las tinieblas, de Joseph Conrad, se crea un espectáculo alrededor de un personaje que aparece muy poco. Es más interesante y fascinante el ambiente que lo que ocurre. La narración conduce al personaje. En cambio, creó el vampiro moderno. Solo por eso merece nuestro respeto". Gonzalo Suárez, escritor y cineasta que en diversas ocasiones ha indagado en el ser y el otro, en la criatura y su creador (Mi nombre es sombra, Remando al viento), reconoce que Stoker le aburre. "Empecé a leerlo y lo dejé. Obviamente forma parte de la literatura victoriana, que sí me atrae. Pero el libro no desarrolla un carácter ontológico, juega más con el sadismo y la sangre. Todos tenemos un monstruo en nuestro interior, pero creo que justo en mí no hay de esa especie", reconoce entre risas.
Morded y multiplicaos (Un mito impulsor de la literatura)
Drácula — “novela radioactiva que enferma al resto”, según definición de Rodrigo Fresán— ha tenido todo tipo de continuaciones literarias, desviaciones a la ligera del mito original del vampiro que reguló Bram Stoker, y versiones cinematográficas y teatrales. Lógico, a pesar de su esquema basado en páginas de diarios y cartas entre los personajes, Stoker tenía como intención inicial escribir una obra de teatro. Más aún, poco después de publicar en 1897 la novela, su autor realizó una lectura dramatizada de Drácula. El manuscrito original, escrito a máquina y con innumerables correciones, desapareció durante décadas. En los ochenta sus 541 páginas fueron encontradas al noroeste de Pennsylvania, y en la portada, escrita a mano, aparecía su título original, Los no-muertos. Debajo, el nombre del autor, Bram Stoker. Está claro que el escritor decidió rebautizarla en el último segundo.
Hoy, entre Stephanie Meyer, Guillermo del Toro, Charlaine Harris o Anne Rice, hasta los descendientes de Stoker han sacado partido del conde. Su sobrino bisnieto Dacre Stoker, apoyado por un experto en el tema, Ian Holt, publicó en 2009 una continuación, Drácula, el no muerto, que aunque arrancaba con gracia, se perdían en un trama alocada y con guiños a otros clásicos como Jack el Destripador. Las cenizas de Stoker, que reposan en una urna junto a las de su único hijo, Irving Noel, en Londres, deben de revolverse de vez en cuando.
Entonces, ¿qué hizo bien Stoker? El escritor irlandés, criado entre libros y profesores privados por culpa de una enfermedad infantil, publicó muchos más cuentos, y ninguno tuvo la repercusión popular y artística de Drácula. "Claro", descifra Fresán, "porque existen novelas influyentes, que por su calidad crea escuela de escritores y de obras, y novelas radioactivas, que enferman a otros, que infectan y producen mejores herederos. El éxito de Drácula radica en un personaje fascinante". Su misma construcción, a base de trozos de diarios y cartas entre los personajes, ralentiza la trama: "Es la novela en la que más se escribe y se lee. Pero, ¿cuándo van a por el monstruo?", dice Fresán.
Bram Stoker publicó Drácula en 1897, y creó el personaje bebiendo de varias fuentes: primero, del personaje real de Vlad Draculea Vlad el Hijo del Demonio / Dragon, también conocido como Vlad Tepes el empalador; del actor Henry Irving, una estrella de la época, para el que Stoker trabajó durante 29 años como representante y secretario, y cuya enfermiza relación inspiró de lejos la película La sombra del actor; y de sus charlas con un extraño orientalista húngaro llamado Arminius Vámbéry con el que se entrevistó en diversas ocasiones (Vámbery también era muy imaginativo en sus leyendas sobre la Europa oriental, y su labia y su imaginación las engordaban a gusto del oyente que tenía en cada momento). Óscar Wilde dijo que Drácula era la obra de terror mejor escrita de todos los tiempos. Arthur Conan Doyle tampoco escatimó elogios. "Es que es muy de la época victoriana", según Fresán, "es el triunfo del gótico, de un terror que crea personajes como Frankenstein, el doctor Jekyll y Mister Hyde...". ¿También puede ser la venganza de un hombre que se siente vampirizado por otro? "Como libro, efectivamente, es muy transparente, ya que son los años del advenimiento del psicoanálisis". El subconsciente de los autores sale a borbotones. "Fíjate en este Drácula, en Peter Pan, en Sherlock Holmes...". Gonzalo Suárez recalca en ese grandioso momento literario británico: "Me atrae mucho ese género. Dio unas obras de ficción fascinantes, a diferencia de la española, más realista".
La triste vida de Stoker, que arrastra a su familia detrás de Irving, que no recibe ningún dinero cuando fallece el actor, y que muere pobre víctima de la sífilis que había contraído yendo de prostitutas con Irving en París, se ha prolongado en el tiempo. Vila-Matas estuvo en Dublín alojado a pocos metros de la casa donde durante décadas vivió Stoker: "La primera vez vi una placa, que recordaba su estancia. El mismo Oscar Wilde, primer novio de Florence, posterior esposa de Stoker, vivía a pocas manzanas. Años después volví y en lugar de la casa había una clínica de cirugía estética. De la placa, ni rastro". "A mí me entristece la deriva actual del personaje", comenta Fresán. "Eso de que vayan al colegio los vampiritos de Crepúsculo...". Algo que nunca hubiera ocurrido en la novela original. Como dice el viejo conde: "Yo pertenezco a un familia muy antigua y me moriría muy pronto si me viese obligado a residir en una mansión moderna. No busco ni la alegría ni el júbilo, y menos aún la felicidad que obtienen los jóvenes por un bello día de sol y el murmullo del agua".
Centenario de Lawrence Durrell
Enlace: http://bajavisibilidad.blogspot.com.es/2012/03/centenario-de-lawrence-durrell-un.html
Centenario de Lawrence Durrell: Un alejandrino en Corfú
Uno de los escritores más exitosos de la segunda posguerra, Lawrence Durrell, ha sido injustamente olvidado por el gran público. Su entonces célebre Cuarteto de Alejandría le puso a la cabeza de las apuestas para el Nobel en más de una oportunidad. Aunque por décadas fue diplomático británico, la leyenda dice que no tenía ciudadanía inglesa. Rechazaba a Inglaterra y amaba a Grecia más que a ninguna otra parte del mundo. El lunes 27 de febrero se cumplieron cien años de que nació en la India británica. A continuación un fragmento de la nota publicada por Roberto López Belloso en Brecha.
“Es abril y hemos tomado una vieja casa de pescadores en el extremo norte de la isla, Kalami. A diez millas por mar y unos treinta quilómetros por carretera desde la ciudad, ofrece todos los encantos de la soledad. Una casa blanca puesta como un dado sobre una roca venerable ya con las cicatrices del viento y el agua. La montaña sube hasta el cielo, detrás de ella (…) Esto ha venido a ser nuestro hogar no lamentado”.
No es abril de 1937 sino fines de agosto de 2011. La vieja casa de pescadores que menciona en La celda de Próspero ya tiene dos plantas. La segunda la hizo construir Durrel y ahora se alquila a seiscientos euros la semana. Los actuales inquilinos son una familia rusa que no tiene idea de quien era ese escritor en cuya mesa de trabajo amontonan las toallas y la ropa sucia, pero dispone del dinero para pagar por dormir al borde de un mar obscenamente cristalino. ¿Y los encantos de la soledad? Toda la isla parece haberse llenado de rusos últimamente, tanto que en varias tiendas hay carteles en cirílico. Sin embargo es cierto que acá, en este rincón alejado desde el que parece que puede tocarse Albania con los dedos, hay menos turistas que en el lado opuesto, el de las playas de arena que vuelven la espalda a los Balcanes y miran a Italia. La casa sigue siendo blanca y con forma de dado. En la planta baja viven los hijos de la familia que la habitaba cuando llegó Durrell. Fue una compra extraña. No les compró la casa propiamente dicha sino el derecho a construir en ella una segunda planta para sí. En la de abajo podrían seguir viviendo sus dueños originarios. Y ahí siguen. En el porsche han instalado un restorán en el que sirven el desayuno a los inquilinos y en el que también aceptan otros clientes. Está decorado con fotos del excéntrico escritor inglés que hizo de Kalami su “hogar no lamentado”.
Desde ahí, con 25 años, le escribió a Henry Miller: “¿Por qué toda esta angustia por el papel, la tinta, las palabras cuando la vida huye como un lebrel, y todo se siente con demasiada intensidad, con demasiada pasión para tratar de escribirlo? Entonces tomo el Van Norden (su pequeño barquito corfiota), levo las velas y huyo de mí mismo”.
La correspondencia entre los dos escritores continúa por años y a pesar de que Durrell las remite desde sus diferentes destinos (Buenos Aires, Belgrado, Chipre), siempre se regresa en ellas a Grecia. Veinte años después de que Durrell dejara la casa blanca, Miller la menciona de nuevo: “Y ahora te recuerdo en la terraza de tu casita de Corfú (foto), con tu cuaderno y tu lápiz, escribiendo, borroneando, corrigiendo, puliendo tu estilo, volviendo a escribir, escribiendo algo más, bañándote, bebiendo, cantando, riéndote, pero volviendo siempre al cuaderno y al lápiz. Se advierte claramente cómo has peleado para dominar el medio, y no sólo el medio sino el lenguaje mismo, el inglés, el inglés del rey. Ahora te leo con envidia”.
Para regresar a la ciudad hay que remontar la montaña que, efectivamente, sube hasta el cielo ya que la cuesta parece que no va a terminar nunca. Pero finalmente se llega a la ruta. La parada de ómnibus es un minúsculo refugio de lata y madera costanera: ilusoria protección contra los automóviles que toman esa curva como poseídos, incluso adelantándose unos a otros aunque no puedan ver lo que viene, en bajada, por el carril opuesto. Desde ahí el ómnibus pone casi una hora para llegar a Corfú Town, pero el paisaje en esa carretera marítima es de una belleza tal que dan ganas que el conductor derrape y se vaya a estrellar allá abajo en ese azul imposible. Por suerte no ocurre y la ciudad recibe con su arquitectura veneciana.
CORFU TOWN. “Las casas sobre el puerto viejo están elegantemente construidas en delgados peldaños con estrechas callejas y columnatas entre ellas; rojas, amarillas, rosadas, pardas: una mezcolanza de tonos pastel que la luna transforma en una ciudad deslumbradoramente blanca”.
A pocas cuadras del puerto viejo queda la iglesia de San Espiridón, el patrono de la isla. Los corfiotas cargaron su cuerpo desde Constantinopla y a cambio les salvó de la peste y de los turcos, más de una vez. Ya es de noche y la iglesia está a punto de cerrar, pero todavía puede entrarse y ver cómo queda desmentido el prejuicio de quien llega esperando encontrar una iglesia provinciana, folklórica. Los candelabros y lámparas de plata parecen tener el tono exacto para una iglesia en cuyo techo los frescos –aunque relativamente modernos- denotan la maestría de su factura. Pero es sólo el prólogo. La pequeña capilla en forma de cripta donde está el ataúd con las reliquias del santo emana una energía que no sólo proviene de la romería constante de fieles que van a besar su tapa plateada, sino también del carácter de gruta, de sus frescos enmohecidos, estos sí algo difusos por el tiempo, y de la línea tupida de lámparas que tiene encendidas a media altura. Las cosas siguen siendo como las vio Durrell hace tres cuartos de siglo: San Espiridón “yace en quietud hibernante en su ataúd ricamente labrado, cuyo caparazón exterior de plata está permanente empañado por el aliento de los fieles que se inclinan para besarlo. La oscuridad está llena de cálices y estandartes: todo el oropel de la decoración eclesiástica bizantina. Un estilo de arte que es literal más que figurativo: el santo tiene un verdadero nimbo de plata metido en el lienzo en torno a su cara oval de poseso. Ojos de oliva negra miran impenitentes desde todas las paredes”.
ALEJANDRIA. Cuando los nazis se adueñaron de Grecia tras la batalla de Creta, Durrell se evacua junto al ejército inglés hacia Alejandría. “Europa ha quedado detrás de nosotros”, escribirá más tarde sobre la ciudad donde conoce a Eve, una judía alejandrina que será su segunda esposa (foto). Se dice que en ella basó el personaje de Justine, la protagonista de El cuarteto de Alejandría. La ciudad se vuelve un lugar irreal, el fondo adecuado para una tetralogía pensada como “una investigación del amor moderno”. La obra es un mosaico de personajes, cuatro de los cuales dan nombre a sus partes, aunque hay otros, como Nessim, que son incluso más importantes en el desarrollo narrativo. Pese a esta multitud coral, el centro es siempre Justine, que “como todos los seres morales está en el límite de la diosa”. Tanto que “si nuestro mundo fuera un mundo de verdad, habría templos donde Justine podría refugiarse y encontrar la paz que busca”.
En una nota introductoria al segundo tomo, Balthazar, el novelista explica: “Como la literatura moderna no nos ofrece Unidades me he vuelto hacia la ciencia para realizar una novela como un navío de cuatro puentes cuya forma se basa en el principio de la Relatividad. Tres lados de espacio y uno de tiempo constituyen la receta para cocinar un continuo (…) Sin embargo las tres primeras partes se despliegan en el espacio (de ahí que las considere hermanas, no sucesoras una de otra) y no constituyen una serie. Se interponen, se entretejen en una relación puramente espacial. El tiempo está en suspenso. Solo la última parte representará el tiempo y será una verdadera sucesora”.
Pese a la influencia de Alejandría en la obra de Durrell, el Cuarteto no fue escrito en esa ciudad egipcia sino en Chipre. En diciembre de 1953, en otra de sus cartas a Miller, escribe: “Sigo adelante, literalmente palabra por palabra, con mi libro sobre Alejandría. Estoy cansado como un perro a la hora que llego a casa por las tardes pero todos mis momentos de vigilia le pertenecen, de modo que durante los fines de semana, cuando paso en limpio mis garabatos, suelo tener unas 1500 palabras. Me siento como una de esas máquinas para destilar agua: cae gota a gota, en contra de la fatiga física (…) Te estoy escribiendo a las 4.50 de la mañana. Un pálido amanecer malva en medio de un deslumbrante plenilunio. Fantasmagórico. Los ruiseñores cantan embriagados por las primeras lluvias. Todo húmedo de rocío. Dentro de un ratito sacaré el coche y me arrastraré por el camino hacia un amanecer que llega desde el Asia Menor como el Paraíso Perdido”.
(Artículo de Roberto López Belloso publicado en Brecha el 24-II-2012)
Cien años de un encuentro
El año 2012 se cumplen cien años del encuentro de Antonio Machado con Baeza y de esa ciudad con el poeta o, lo que es lo mismo, cien años de su vuelta a Andalucía tras su estancia familiar en Madrid, sus viajes a París y sus años de profesor en el Instituto de Soria. Dada la importancia que la estancia del poeta tuvo para la poesía española, esta convencional circunstancia se va a convertir en una fiesta de la cultura y en ocasión de celebración del poeta, de su encuentro con la ciudad y de su inagotable obra. Para ello, el Ayuntamiento de Baeza, en colaboración con otras instituciones locales, universitarias, autonómicas y nacionales, ha decidido promover a través de una comisión ciudadana una serie de actividades con las que celebrar este centenario, procurar la difusión de la obra del poeta, muy especialmente entre nuevos lectores, además de cultivar su memoria dado que ha sido ejemplo y lección tanto en el dominio de la creación literaria como en el plano de su responsabilidad civil. Por otra parte, esta celebración resulta necesaria ya que la estancia de Antonio Machado en Baeza provocó en él uno de los periodos más fecundos y profundos de su actividad literaria. El contacto con ese trozo andaluz de la realidad española dio como resultado una producción a todas luces importante, reconocida como tal por la generalidad de los críticos de Machado y, muy especialmente, por sus lectores.
Charles Dickens
http://www.dickens2012.org/
Celebración del 200 aniversario del nacimiento de Charles Dickens
El manuscrito de un loco[Cuento. Texto completo]Charles Dickens | |
|
jueves, 17 de mayo de 2012
Carlos Fuentes: "Un encuentro Lejano con Thomas Mann"
UN ENCUENTRO LEJANO CON THOMAS MANN
por Carlos Fuentes
1.
A principios de 1950, acababa de cumplir 21 años cuando llegué a Suiza para
continuar sus estudios, tanto en la Universidad de Ginebra como en el Instituto
de Altos Estudios Internacionales. Trabajaba en la misión de México ante la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) y le servía de secretario al
miembro mexicano de la Comisión de Derecho Internacional de la ONU, el
embajador Roberto Córdova. Todo esto le daba a mi arribo en Suiza un tono
sumamente formal. Ginebra, como siempre, era una ciudad muy internacional.
Me hice amigo de estudiantes extranjeros, diplomáticos y periodistas. Conocí a
una bellísima estudiante suiza y me enamoré de ella, pero nuestros encuentros
clandestinos fueron interrumpidos por dos casualidades.
Primero, fui expulsado de la estricta pensión donde vivía en la Rue Emile Jung
por razón de la clandestinidad ya dicha. Segundo, los padres de mi novia le
ordenaron que dejase de frecuentar a un joven proveniente de país oscuro e
incivilizado, cuyos hábitos, según se contaba, comían carne humana.
El día en que mi novia me cortó, me consolé yendo a un cine de la Rue Mollard
a ve la famosa película de Carol Reed, “El tercer hombre”, que en ese
momento era la más grande atracción fílmica en todo el mundo. La
protagonizaba una de las más bellas mujeres que jamás se dejaron ver en la
gran pantalla, Alida Valli (años más tarde mi vecina en San Angel Inn). En “El
tercer hombre”, la Valli era una perfecta máscara de helada sensualidad y ojos
claros, llameantes, vengativos.
Lo más importante, sin embargo, era que en la película actuaba Orson Welles,
cuyo “Ciudadano Kane” yo había visto de niño en Nueva York y que me
impresionó –desde entonces y hasta el día de hoy- como la máxima película
sonora jamás realizada en Hollywood. Su belleza formal, la audacia de su
iluminación, los ángulos de la cámara, la atención al detalle, eran valores todos
que convergían para narrar La Gran Historia Norteamericana. El dinero, cómo
ganarlo y cómo gastarlo. La felicidad, cómo buscarla sin jamás encontrarla. El
poder, cómo alcanzarlo y cómo perderlo. Kane era al mismo tiempo el sueño
americano y su reverso, la pesadilla norteamericana.
Ahora, en el cinema Mollard, Welles emergió de las sombras de los
alcantarillados de Viena como el cínico negociante del crimen, Harry Lime,
quien justificaba sus actividades ilegales con una frase que se hizo
universalmente famosa y que afectaba, directamente, a Suiza.
Italia, dijo Harry Lime-Orson Welles, la tierra de los Médicis, la corrupción y el
asesinato político, había producido a Miguel Ángel. Suiza, el país de la paz, el
orden y las vacas, había producido el reloj de cuco.
No recuerdo cómo fue recibida esta línea por el público ginebrino. Sé que yo
me había mudado de la puritana pensión a una buhardilla bohemia en la Place
du Buorg du Four y desde allí, junto con un condiscípulo holandés, empecé a
explorar el lado oscuro de la tierra de los cucos, la vida nocturna de Ginebra.
En ella abundaban los sub-Harry Lime en cabarés de mala reputación,
prostitutas oxigenadas eternamente sentadas con su perritos “poodle” en el
Café Canónica y un par de lindas bailarinas que el holandés y yo rápidamente
convertimos en amigas íntimas. Mi felicidad se vio un tanto empañada, sin
embargo, cuando perdí una cita sabatina con la bailarina, quien me dio la
respuesta siguiente: “No, el sábado es el día de mi marido”.
Ah, el espectro de Calvino. ¿Ni siquiera las bailarinas de cabaré eran más que
relojes de cuco animados? Después de todo, ¿tendría razón Harry Lime?
Había leído la novela de Joseph Conrad, “Bajo la mirada de Occidente”, antes
de venir a Ginebra. El libro evocaba para mí una ciudad de intriga política,
hormigueante de exiliados rusos y temibles anarquistas. Pero aún en la
atmósfera de imvernadero trágico descrita por Conrad, había una similitud con
la tierra del cuco; la protagonista Sofía Antonovna, le dice al traidor Razumov:
“Recuerda, Razumov, que las mujeres, los niños y los revolucionarios detestan
la ironía”.
¿Pudo haber añadido, y los suizos también? Como mexicano no me gustaban
las generalizaciones sobre mi país o cualquier otro (salvo los Estados Unidos:
soy puro mexicano). Leyendo a Conrad en Ginebra, sólo pude repetir con él
que hay fantasmas vivos así como los hay muertos.
2.
Entonces, en el verano de 1950, fui invitado por unos viejos y queridos amigos
germano-mexicanos, los Wagenecht, a visitarlos a Zúrich. Nunca había estado
en ese ciudad y tenía la idea preconcebida de que era la corona misma de la
prosperidad suiza que tan brutalmente contrastaba con la otra Europa, la
convaleciente de la guerra; Londres sujeta aún a racionamientos de los
artículos básicos; Viena ocupada por las cuatro potencias vencedoras, colonia
bombardeada; Italia, sin calefacción, sus trenes de tercera colmados de
hombres con pantalones raídos cargando maletas atadas con mecates; los
niños recogiendo colillas de cigarros en las calles de Génova, Nápoles, Milán.
Era una bella ciudad, Zúrich. Los dulces días de junio dejaban escapar el
aliento moribundo de mayo y anunciaban el inminente calor de julio. Era difícil
separar al lago del cielo, como si las aguas se hubiesen transformado en aire
puro, y el firmamento en un espejo más del lago. Era imposible resistir el
sentimiento de tranquilidad, dignidad y reserva que hacía resaltar aún más la
belleza física del entorno. Me pregunté, ¿dónde están los gnomos, dónde
tienen escondido el oro, en esta ciudad donde se suponía que los nibelungos
se hacían visibles, vestidos de chaqué y con sombreros de copa, como en las
caricaturas de George Grosz?
He de admitir que mi ironía potencial, bien fundadas en las riberas del lago
Leman, se vino abajo una noche en que mis amigos me invitaron a cenar en el
hotel Baur-au-Lac junto al lago. El restaurante era una balsa, una terraza
flotante sobre el lago. Se llegaba a él por una pasarela. lo iluminaban con
linternas chinas y velas trémulas. Desdoblé mi tiesa servilleta blanca entre el
tintineo apacible de plata y vidrio, levanté la mirada y vi al grupo sentado en la
mesa de al lado.
Tres damas cenaban con un caballero maduro, un hombre de más de 70 años,
tieso y elegante como las servilletas almidonadas, vestido con saco blanco
cruzado e inmaculadas camisa y corbata. Sus dedos largos y delicados
rebanaban un faisán frío con minuciosa cortesía. Aún mientras comía, parecía
envergado como una vela, con una rigidez militar. Su rostro mostraba una
fatiga creciente. Pero el orgullo fijo en sus labios y mandíbulas
desesperadamente trataba de ocultar el cansancio. Sus ojos brillaban con el
fogoso fuego del capricho.
Mientras las luces de carnaval de esa noche de verano en Zúrich jugaban con
luces propias sobre las facciones que al fin reconocí, el rostro de Thomas Mann
era un teatro de emociones calladas, implícitas. Comía y dejaba que las
señoras hablasen; él era, ante mi fascinada mirada, el creador de tiempos y
espacios en los que la soledad es la madre de una belleza poco familiar y
peligrosa, pero también el alma de lo perverso e ilícito.
No supe medir la verdad de mi intuición, esa noche de mi juvenil y distante
encuentro con un autor que, literalmente, había dado forma a los escritores de
mi generación. De “Los Buddenbrook” a las grandes novelas cortas a “La
montaña mágica”, Thomas Mann había sido el amarre más seguro de nuestra
atracción literaria latinoamericana hacia Europa. Porque si Joyce era Irlanda y
la lengua inglesa y Proust, Francia y la lengua francesa, Mann era más que
Alemania y la lengua alemana. Como jóvenes lectores de Broch, Musil,
Schnitzler, Joseph Roth, Kafka, Lernert-Hollenia, sabíamos que la lengua
alemana era algo más que Alemania; era la lengua de Viena y Praga y Zúrich,
y a veces hasta de Trieste y Venecia. Pero era Mann quien las reunía todas
como lenguaje europeo fundado en la imaginación de Europa, algo más que
sus partes. A nuestros jóvenes ojos latinoamericanos, Mann era ya lo que un
día Jacques Derrida habría de llamar la Europa que es lo que ha sido
prometido en nombre de Europa. Mirando esa noche a Mann cenando en
Zúrich, se fundieron para siempre en mi cabeza los dos espacios del espíritu,
Europa y Zúrich. Gracias a este encuentro-desencuentro, esa misma noche
coroné a Zúrich como la verdadera capital de Europa.
3.
Era curioso. Era impertinente. ¿Me atrevería a acercarme a Thomas Mann, yo,
un estudiante mexicano de 21 años con muchas lecturas entre pecho y
espalda, pero con todas las inhabilidades de una sofisticación social e
intelectual muy lejos de mis manos? En un ensayo memorable Susan Sontag
ha recordado cómo ella, aún más joven que yo, penetró el santo de los santos
de la casa de Thomas Mann en Los Ángeles en los años cuarenta y descubrió
que tenía bien poco que decir, pero mucho que observar. Yo no tenía nada que
decir, pero, como Sontag, mucho que observar.
Allí estaba él, la mañana siguiente, en el hotel Dolder donde se hospedaba,
vestido todo de blanco, digno hasta un punto menos que la rigidez, pero con
ojos más alertas y horizontales que la noche anterior. Varios hombres jóvenes
jugaban tenis en las canchas, pero él sólo tenía ojos para uno de ellos, como si
éste fuese el Elegido, el Apolo del deporte blanco. Ciertamente, era un joven
muy bello, de no más de 20 años, 21 acaso; mi propia edad. Mann no podía
quitarle de encima los ojos al muchacho y yo no podía quitarle la mirada a
Mann. Estaba presenciando una escena de “La muerte en Venecia”, sólo que
38 años más tarde, cuando Mann ya no tenía 37 (su edad al escribir la novela
maestra sobre el deseo sexual), sino 75, más viejo aún que el afligido
Aschenbach enamorando de lejos al joven Tadzio en la playa de Lido –donde
20 años de ver a Mann en Zúrich, vi a Luchino Visconti, en compañía de Carlos
Monsiváis, filmar “La muerte en Venecia” con una mujer que asumía todas las
bellezas y todos los deseo, incluso los de la androginia, Silvana Mangano-.
En Zúrich aquella mañana, la situación se repetía, asombrosa, famosa,
dolorosa. El circunspecto hombre de letras, el Premio Nobel de Literatura,
Mann el septuagenario, no podía esconder ni de mí ni de nadie más, su deseo
apasionado por un muchacho de 20 años que jugaba tenis en una cancha del
hotel Dolder una radiante mañana de junio del lejano 1950 en Zúrich. Entonces,
una mujer joven llegó hasta donde se encontraba su padre, pareció regañarlo
cariñosamente, lo obligó a abandonar su apasionada avanzada y regresar con
ella a la vida de todos los días, no sólo la del hotel, sino la de este autor
inmensamente disciplinado cuyos impulsos dionisiacos eran siempre
controlados por el dictado apolíneo de gozar la vida sólo a condición de darle
forma.
Para Mann, lo vi esa mañana, la forma artística precedía a la carne prohibida.
La belleza se encontraba en el arte, no en el prematuro cadáver de nuestros
deseos informes, pasajeros, al cabo corruptos. Fue para mí un momento
dramático, inolvidable: un comentario verdadero sobre la vida y la obra de
Thomas Mann, el arribo de su hija Erika, visiblemente burlona ante las
debilidades eróticas de su padre, suavemente empujándolo de regreso, no al
orden de “cucolandia”, sino al orden del espíritu, de la literatura, de la forma
artística, donde Thomas Mann podía tener el 20 y las chanchas, ser el dueño, y
no el juguete, de sus emociones.
Me senté a almorzar con mis amigos germano-mexicanos en el comedor del
Dolder. El joven que nos sirvió la mesa era el mismo al cual Mann había estado
admirando esa mañana. No había tenido tiempo de bañarse y olía ligeramente
a sudor saludable y deportivo. El capitán de meseros se dirigió,
imperiosamente, a él, Franz, y el muchacho corrió hacia otra mesa.
4.
De manera que había un misterio en Zúrich, algo más que relojes de cuco.
Había ironía. Y rebelión. Había el Café Voltaire y el nacimiento de Dada, en
medio de la más sangrienta guerra jamás librada en suelo europeo. Había
Tristán Tzara pintándole un violín al racionalismo: el pensamiento proviene de
la boca. Y Francis Picabia convirtiendo las tuercas en arte. Zúrich diciéndole a
un mundo hipócrita, decadente y manchado de sangre en las trincheras en aras
de una racionalidad superior: “Todo lo que vemos es falso”. De tan sencilla
premisa, murmurada desde el Café Voltaire por el impertinente Tzara y su
monóculo, surgió la revolución de la vista y el sonido y el humor y el sueño y el
escepticismo que al cabo enterraron la autosatisfacción de la Europa
decimonónica, pero no pudieron enterrar la barbarie por venir. ¿No era aún
Europa, no lo sería jamás, lo que había sido prometido en nombre de Europa?
¿Sería Europa tan sólo la noche y niebla de Treblinka y Dachau? Sólo si
aceptamos que todo lo que vino de Zúrich –Duchamp y los surrealistas, Hans
Richter y Luis Buñuel, Picasso y Max Ernst, Arp, Magritte, Man Ray- no eran lo
que había sido prometido en el nombre de Europa. Pero lo era. Lo que siempre
fue prometido en el nombre de Europa fue la crítica de Europa, la advertencia
contra de Europa contra su propia arrogancia, su complacencia y su confusa
sorpresa cuando al cabo caían los golpes de la adversidad. Fue la advertencia
que hicieron los artistas de Zúrich en 1916. Debería, de nuevo, ser la
advertencia, hoy que los fantasmas del racismo, la xenofobia, el antisemitismo,
y el antiislamismo levantan la cabeza y nos recuerdan las palabras de Conrad
en “Bajo la mirada de Occidente”: “Hay fantasmas de los vivos así como
fantasmas de los muertos”.
¿Quién había visto a estos espectros, quién los había pintado, quién les había
dado horror corpóreo? Otro ciudadano de Zúrich, Fussli, el más grande de los
pintores prerrománticos, Fussli que había encarnado, desde el siglo XVIII,
todos los temas de la noche oscura del alma romántica tal y como lo describió
Mario Praz en su celebrado libro, “La agonía romántica”. Fussli y “La Belleza
Dame Sans Merci”, Fussli y “La Belleza de la Medusa”, Fussli y las
“Metamorfosis de Satanás”, Fussli y la advertencia de André Gide: “No creer en
el Diablo es darle todas las ventajas de sorprendernos”. El agua bautismal del
romanticismo –la belleza de lo horrible- proviene de Fussli, ciudadano de
Zúrich. Las tinieblas desbaratadas por una luz inalcanzable. La alegría del
crimen practicada por el anticuco Harry Lime. El Hombre Fatal y la Mujer Fatal
que han fascinado nuestras imposibles imaginaciones, de Lord Byron a James
Dean, de Salomé a Greta Garbo.
Zúrich, ¿urna de los arquetipos del mundo moderno? ¿Por qué no, desde un
amplísimo punto de mira? James Joyce cantó canciones coloradas en el Café
Terrasse, jugando con las palabras con la anticipatoria alegría de “Ulises”, su
“work in progress”. Lenin asistió asiduamente al Café Odeón antes de partir a
Rusia en un vagón de ferrocarril famosamente sellado. ¿Se conoció la pareja
sólo en la obra de Tom Stoppard, sólo en la memoria de Samuel Beckett? ¿No
caminaron todos estos fantasmas sobre las aguas del lago de Zúrich?
Y sin embargo, para mí, tan deslumbrante como la pintura de Fussli y tan
asombrosas como las bromas de Dada, tan tensamente opuestas como la vida
de Zúrich y las de Joyce y Lenin puedan serlo, es siempre Mann, Thomas
Mann, el buen europeo, el europeo contradictorio, el europeo crítico, quien
regresa a mi emoción y a mi cabeza como la figura que más asocio con la
ciudad de Zúrich.
5.
¿Cuántas veces estuvo allí? ¿Cómo separar a Mann de Zúrich? Qué larga fue
su vida allí, yendo y viniendo de su vida en Kusnacht a sus casas en Erlenbach
y Kilchberg; los lugares de reposo, los sitios del trabajo. Pero también hay que
recordar a Zúrich en las cumbres de la vida de Mann. La visita de 1921, cuando
el autor se atrevió a aumentar a mil marcos sus honorarios por dar una
conferencia. La lectura a los estudiantes, en 1926, de pasajes de “Desorden y
penas tempranas”. La festiva celebración en 1936 de sus 60 años, cuando
Mann escogió a Zúrich no como sitio extranjero, sino como patria para un
alemán de mi condición. Zúrich como antigua sede de cultura germánica, allí
donde lo germánico se junta con lo europeo. La inquietante visita en 1937, al
filo de la noche y niebla nazis, preparando la “Carlota en Weimar” como el
desesperado intento de una nueva “Aufklärung”, una nueva Ilustración,
pasando por alto la negativa de Gerhard Hauptmann de saludarlo con una
filosófica espera de “otros tiempos”, acaso tiempos mejores. Tratando de salvar
a su hijo Klaus Mann del mundo de las drogas, un mundo, escribió, “donde el
esfuerzo moral... no recibe gratitud alguna”.
Y luego el Thomas Mann que regresa a Zúrich después de la guerra y empieza
una actividad incesante, como si la edad y la fatiga no contasen. El cuarto de
hotel en el Baur-au-Lac constantemente invadido por el correo, las solicitudes
de entrevistas, los pedruscos de la gloria en las botas del escritor,
acumulándose hasta constituir un estorbo insoportable. Y el reposo en la
belleza de un muchacho anhelado, la espera de una sola palabra del joven y la
convicción de que nada, nada en este mundo, puede devolverle el poder del
amor a un viejo...
Y cuando, el 15 de agosto de 1955, el trono quedó vacío, yo miré de vuelta
hacia aquel encuentro fortuito en Zúrich durante la primavera de 1950 y escribí:
“Thomas Mann había logrado, a partir de su soledad, el encuentro de la
afinidad anhelada entre el destino personal del autor y el de sus
contemporáneos”. A través de él, yo había imaginado que los productos de su
soledad y de su afinidad se llamarían arte (creado por uno solo) y civilización
(creada por todos). Habló con tanta seguridad, en “La muerte en Venecia”,
acerca de las tareas que le imponían su propio ego y el alma europea que yo,
paralizado por la admiración, lo vi de lejos aquella noche en Zúrich sin poder
imaginar una afinidad comparable en nuestra propia cultura latinoamericana,
donde las exigencias extremas de un continente saqueado, a menudo
silenciado, a menudo también matan las voces del ser y convierten en un
monstruo político hueco la de la sociedad, a veces matándola, o pariendo a un
enano sentimental y, a veces, lastimoso.
No obstante, cuando recordaba mi apasionada lectura de todo lo que Thomas
Mann escribió, de “La sangre de los Walsung” al “Doctor Fausto”, no podía sino
sentir que, a pesar de las vastas diferencias entre su cultura y la nuestra, en
ambas –Europa, la América Latina; Zúrich, la ciudad de México- la literatura al
cabo se afirmaba a sí misma a través de una relación entre los mundos visibles
e invisibles de la narrativa, entre la la nación y la narración. Una novela, dijo
Mann, debería recoger los hilos de muchos destinos humanos en la urdimbre
de una sola idea. El Yo, el Tú y el Nosotros estaban secos y separados por
nuestra falta de imaginación. Entendí estas palabras de Mann y pude unir las
tres personas para escribir, años más tarde, una novela, “La muerte de Artemio
Cruz”.
6.
Entonces los años cincuenta se extraviaron en los sesenta y nos hicimos cargo
de otro ciudadano de Zúrich, Max Frisch y “Yo no soy Stiller”. Nos enteramos
de Friederich Dürrenmatt y su “Visita”. Incluso nos dimos cuenta de que hasta
Jean-Luc Godard era suizo y de que el proverbial cuco estaba tan muerto como
el también proverbial pato anglosajón por el igualmente proverbial clavo
hispánico. Harry Lime salió de las alcantarillas y se volvió gordo y
complaciente, anunciando “wine before its time”. Pues incluso él, Welles, había
sufrido la suerte de Kane, indulgente pero trágico. Acaso dejó trazos de su
inmenso talento en manos de los duros, trágicos, implacables escritores suizos
como Frisch y Dürrenmatt, aquellos que para Harry Lime habían sido ni más ni
menos que relojes de cuco.
7.
Tengo dos finales distintos para mi historia de Zúrich. Uno es más cercano a mi
edad y a mi cultura. Es la imagen del escritor español Jorge Semprún,
republicano y comunista, enviado a edad de 15 años al campo de
concentración nazi de Buchenwald y que, al ser liberado por las tropas aliadas
en 1945, no fue capaz de reconocerse a sí mismo en el joven demacrado,
salvado de la muerte, que no hablaría de su dolorosa experiencia hasta que su
rostro le dijese: “Puedes volver a hablar”.
Lo que hace Semprún en su notable libro, “La escritura o la vida”, es esperar
pacientemente hasta que una vida plena le sea restaurada, aunque le tome
décadas (y se las toma) antes de hablar sobre el horror de los campos.
Entonces, un día en Zúrich, se atreve a entrar a una librería por primera vez
desde de su liberación años atrás y se sorprende mirándose a sí mismo en la
vitrina del comercio. Zúrich le ha devuelto su rostro. No necesita recobrar el
horror. Recuperar el rostro ha bastado para contarnos toda la historia. La vida
de Zúrich le rodea.
El otro final está más cerca de mi propia memoria. Sucedió esa noche de 1950
cuando, sin que él lo supiera, dejé a Thomas Mann saboreando su “demi-tasse”
mientras la medianoche se aproximaba y el restaurante flotante del Baur-au-
Lac se bamboleaba ligeramente y las linternas chinas se iban apagando
lentamente.
Siempre le quedaré agradecido a esa noche en Zúrich por haberme enseñado,
en silencio, que en la literatura sólo se sabe lo que se imagina.
[publicado en el diario El País, España, 24 de junio de 1998]
Suscribirse a:
Entradas (Atom)