Testimonio y compromiso en Hemingway y Neruda
Neruda y Hemingway coinciden esta semana, por razones referidas a su muerte, en las páginas culturales de los medios y nos devuelven ala actualidad aquella otra forma de navegación por la vida, anterior a Internet, apasionante, llena de aventuras, misterios, y descubrimientos asombrosos sobre asuntos sencillos tales como la naturaleza de nuestro planeta o las pequeñas actitudes de la condición humana. Y ambos lo hicieron disfrutando de la pasión, la alegría, y el desprecio a la moralidad de salón tan propia de su tiempo. Y, sobre todas las cosas, aprovechamos a recordar el amor de ambos por nuestro país, aquel lugar dónde Ernest conoció a Jorge Semprum en el hotel Palace, por la mediación de Luis Miguel y Domingo Dominguin, durante uno de sus viajes clandestinos. La misma patria donde Neruda vivió la aventura de la generación del 27, las largas e interminables noches de juerga surrealista y diversión intelectual, desde la casa de las Flores, aquella embajada cultural que compartió con Alberti, Cernuda, Hernández o Maruja Mallo, con quienes culminaba audaces borracheras y con quienes ensayaba y practicaba escandalosas, insolentes y provocativas acciones de desprecio a JRJ, su tan odiado Juan Ramón. La misma desde la que terminó viendo correr la sangre por las calles, y donde recibió la amarga noticia del asesinato de Federico, su gran amigo Federico García Lorca.
Ahora que se habla de la muerte de ambos, debería hablarse de sus vidas, sus obras y su experiencia literaria tanto como de su experiencia vital en un siglo que se ha ido para siempre.
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