Otros mundos de ficción

Otros mundos de ficción
“Mi soledad es mía… tu soledad es de alguien más. Hecha por otra persona y entregada a ti. ¿No es eso interesante? Una soledad de segunda mano”.

martes, 8 de marzo de 2016

Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer



Club de lectura 

Sinopsis

Foster Wallace elabora en Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer una postal gigantesca basada en su experiencia en un crucero de lujo por el Caribe. Lo que a primera vista parece ser un simple viaje «para relajarse», en manos de un humor delirante y un cinismo corrosivo acabará convirtiéndose en el horror más absoluto. Este artículo es una de las radiografías más agudas e irreverentes de la cultura americana de fin de siglo, en la que se entremezclan la familiaridad, el asombro y una mordacidad descabellada.

La crítica ha dicho...
«La obra de no ficción más brillante y divertida que se ha escrito en los últimos años.»
John Glassie, Time Out New York

«Animado por una prosa maravillosamente exuberante [...] este volumen confirma al señor Wallace como uno de los talentos más destacados de su generación.»
The New York Times

«Wallace escribe con una intensidad que transforma un reportaje errático en una forma sui generis de filosofía.»
Kirkus Reviews

«Su instinto para reproducir lo coloquial avergonzaría a maestros como Pynchon y DeLillo, y la sobriedad humana que confiere a sus temas, de ficción o de no ficción, deberían ser un modelo para cualquiera que escriba crítica cultural, tanto en la forma de relatos como en ensayos como estos.»
Publishers Weekly



David Foster Wallace nació en una familia de profesores universitarios (él de filosofía, ella de inglés) en Ithaca, Nueva York, en febrero de 1962. Tras una adolescencia entregada al tenis —tema presente en ensayos y ficciones—, se licenciaría summa cum laude en inglés y filosofía. A su suicidio en 2008 —habiendo publicado dos novelas, varios libros de ensayo y periodismo, y tres colecciones de relatos— ya se había convertido en el autor que cerraba la historia del siglo XX. Un siglo de literatura que comenzaría con la transgresión de los modernistas y la obsesión por romper con el siglo XIX. Un siglo para el cual la historia de la literatura acabaría convirtiéndose en la Historia de las formas de contar historias, en donde tanto críticos como autores parecieron especialmente interesados en el aspecto formal del relato. O en palabras del propio Wallace: “todas las Novelas Serias después de Joyce suelen ser valoradas y estudiadas principalmente por su grado de innovación formal”. Aunque, en verdad, aquellos a los que conocemos como grandes maestros del siglo XX, ¿no se caracterizaban precisamente por su ruptura con el siglo anterior? Curiosamente, sobre los fantasmas de James Joyce, Samuel Beckett, Georges Perec, Gerturde Stein, Jorge Luis Borges, Virginia Woolf, Franz Kafka, Marcel Proust, Julio Cortázar, William Burroughs, Italo Calvino, John Maxwell Coetzee… siempre sobrevuela una idea más o menos vaga que gira en torno a la experimentación y ruptura. De modo que, independientemente de cómo lo queramos leer, hay que pensar en términos individuales. Fuera el canon.

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